Es
curioso como dos personas pueden llegar a quererse tanto, por lo menos desde mi
parte.
Puedo contarte algo muy serio, algo triste o un melodrama y siempre lo recibís
con una sonrisa, siempre me gustó eso de vos. Estás ahí, siempre, inclusive
cuando yo no estaba vos seguías presente. Te sacrificas, horas de viaje para
verme o para vernos cuando no sabes si nosotros haríamos lo mismo por vos, ¿o
sí?
Recibí
muchos consejos de tu parte, siempre acompañándome, siempre entendiéndome, ¿puedo
pedirte algo más? Sé que no lo decimos mucho, pero te quiero mucho, no sé qué
haría sin vos. Puede sonar cursi, trillado, repetido, pero la verdad que lo
que siento no se puede expresar con muchas palabras.
Creo
que te vas a acordar de esto:
“Tú no eres para mí todavía más que un
muchachito igual a otros cien mil muchachitos. Y no te necesito. Tampoco tú
tienes necesidad de mí. No soy para ti más que un zorro entre otros cien mil
zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno
del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el
mundo…”
Y
supongo que logramos domesticarnos el uno al otro, porque tengo necesidad de
vos, de él, de mi mejor amigo.